lunes, noviembre 26, 2007

Ensayo de anticuentos novelados (y antinovelados) en construcción...

Recupera la calma.
Tranquilo, respira hondo.
No es necesario dar un golpe, bueno a veces sí. Pero no lo hagas ahora, puedes cagarla más. Sí, te está insultando, pero así son todas, insultan, golpean, hieren con su ponzoña, influyen para que hagamos lo que quieren y dejemos de hacer lo que nosotros queremos. Así ha sido siempre. No existen excepciones maravillosas, el género es uno solo
.

Bajo la abundante sombra de la vieja higuera había un columpio. Allí posaban quienes descubrían aquel mágico encantamiento de un asiento con cuerdas de trapos amarradas a un prominente brazo cubierto de grandes y gruesas hojas. Era el lugar más fresco que tenía aquel patio perdido en la falda del cerro Negro, a escasos metros del manantial cuyas aguas caían hacia el valle profundo. Un lugar como aquel hacía respirar aquella apacibilidad de los siglos pasados. Allí concurrían algunos de la familia a rememorar una vieja tragedia ocurrida al patriarca-tatarabuelo. Al despedir a un gañán ebrio y ocioso, éste le había solicitado su paga en forma grosera e irrespetuosa, intigándolo a bajarse del caballo. Al desmontar y sin más provocación, el bruto jornal se arrojó con una daga parroniana y la clavó una treintena de veces en la espalda de don Nicasio Torres, dejándolo muerto bajo la sombra de la muda higuera, huyendo a galope en el absorto jamelgo de su víctima. De eso ya iban más de ochenta años y nunca más nadie supo de aquel apodado El Contreras.

Tengo asuntos pendientes y algunos socios heridos, soy muy joven para disimular no estar contento, aunque se me ha advertido que estoy en la cresta de la ola, siento que mi hora es más allá que esta pueril escena de resentimientos, soy mejor negociador y sé que, aún en la penumbra de mis peores momentos, ellos jamás podrán lograr las cifras mías, nadie es tan osado para invertir en un poco de adrenalina, en hacerse víctima del tedioso momento gris para resurgir victorioso dando un garrotazo certero y quedarse con todo. Me persiguen con gran cantidad de recursos, sé que quieren asfixiar todos mis contactos, y pese a ello, me sigo divirtiendo como jamás lo había hecho, será que en realidad soy un torrante vestido con elegancia y no puedo disimular un poco, ni siquiera un poco, bah, aún cuando me tuvieran en la mira, ya les he quitado lo que jamás volverá a ellos, por eso, no veo cuál es mi peor derrota, sólo gozaré de lo que la victoria me dejó para degustar. También me quedé con ella, la mujer del presidente, la mejor y más astuta de quienes acorralaban al directorio, ella es una pieza importante en mis decisiones, ella quiere lo mejor para mi, y también para ella, eso dice, pero aveces advierto como lucra más de lo que debiera, y eso me desalienta, aveces pienso en dejarla y llevármelo todo, hasta sus joyas, pero luego despierto una mañana y me tiene retratado en la muralla de la habitación, desde las 3 de la madrugada trabaja, y pienso si será posible que me traicione, si hasta yo he estado a punto de hacerlo, pero veo mi retrato y sólo veo la dulce mano que lo aseda con carbón, no sé que imaginar, pero no puedo desaparecer en divagaciones extrañas, debo estar alerta, tal vez sea otra de las tantas tretas que yo mismo he materializado, el artista enamorado. Soy presa de mis propios subterfugios. Mi padre murió hace poco y ni siquiera pensé en su funeral. Mi madre nunca estuvo presente, nos abandonó temprano, pero mi padre, el ebrio consuetudinario, me encargó el negocio y darle una renta, yo tenía 12 años, pero me hice cargo de asuntos mayores, luego mis hermanos y todas esas exigencias para que los mantuviera, sé que me envidiaban desde niños, los abandoné a temprana edad, me llevé todo el dinero y la mercadería, había ahorrado lo suficiente en cinco años, los dejé con papá, para que se hiciera responsable, pero me equivoqué. De cinco hermanos, sólo uno vive. Su domicilio es la calle, debajo de un puente, en un escaño de alguna alameda o plazoleta, dentro de un vehículo abandonado. Esa es mi conciencia inquieta, no sé donde buscarla. No tengo familia, sólo esta voz de mujer a la cual nunca he podido ser infiel. Espero tranquilo el zarpazo que vendrá, la ignominia que me persigue, siempre he desconfiado de todos y nadie me ha vendido si quiera la mugre depositada en mis uñas.

María era una mujer extremadamente bella, de aquellas que con solo mirar ocasionaba estremecimiento y alegría, tan atractiva era que casi nadie osaba dirigirle siquiera una palabra o un ademán sensual, su silueta era increíblemente curva, en cada postura que su cuerpo ocupara formaba una nueva y atrayente figura, al sentarse sus caderas se abrían orgullosas y se advertía sus piernas largas y asedadas, o cuando caminaba con sandalias sus piernas eran juguetonas, o si se ponía un taco elegante se transformaban en dulces y apetecidas golosinas en movimiento, o si trotaba por la falda del cerro mostraba la firmeza de sus glúteos fascinantes. Además sus ojos despiertos, alegres y acertivos atrapaban la atención de cualquier ser vivo. Era la hija de doña Eliana De Costas, mujer exuberante y deliciosa, cantautora, ingeniero y agricultora, independiente pero amante fervorosa de don Gonzalo Abarca, cantante y poeta taciturno, trovador en noches de melancolía, pero sin alejarse de doña Eliana y de su hija María, podría decirse que ambas parecían ser la continuación de cada una, con suertes diversas pero con el mismo fin travieso y festivo, ambas enamoraban a tantos hombres (y también mujeres) sin proponérselo que sus pares jamás lograban sentirse confiadas o tranquilas de tenerlas como amigas, por ello la madre y la hija eran gente de poca sociedad y de muchos viajes y aventuras que ya los quisiese uno para sí mismo. María era perfecta, aún cuando pudiera no serlo. Doña Eliana era la creadora y el génesis de dicha existencia.


1 comentario:

Carmen Posada dijo...

Oquei, cuando sientas ganas no más me avisas!!!!

:ja:

En serio, Michel, esto está muy pero muy bueno... no lo dejes tirado, vale?

Besos