miércoles, septiembre 07, 2011

I D E N T I C


La historia comienza en forma abrupta:
El hombre sentado en la mesa, su mujer dos sillas más allá ensimismada en sus cosas y a la espera de su hija. El hombre fija sus ojos en el atardecer dibujado en la ventana por donde penetra el paisaje andino, respira hondo y queda agobiado de su propio aire.
Ella atiende sus preocupaciones esmeradamente, a pesar del cansancio diario -que tanto profana su carácter-, se mantiene erguida y disparando letras en su netbook. El hombre sigue inmóvilmente absorto, alejado de sus propias convicciones y en una sumisa actitud desconsolada, siente las ramas agitadas de los árboles que rodean el lugar y mira a su mujer; ella lo atiende, sonríe y provoca un beso por medio de sus labios acurrucados. Él la observa y a pesar de sonreír y emular sin gracia el mismo gesto, sus ojos vuelven a ese atardecer gris y nuboso y sus sentidos se concentran en lo mismo. Ella advierte la carencia, pero continúa en esas labores que apremian su tiempo. Él escucha un balbuceo de ella -que ya no tiene los ojos en él y tampoco sonríe-; sigue sentada, ya no tan concentrada, un poco desilusionada de estar allí, ofuscada de sus labores y sin consuelo para su caricias, ni para sus dulces besos, se cuestiona; él la mira y sabe que ella piensa en él, de aquel modo que sabe distinto, pero siente que debe ser así, y sigue al silencioso acontecer, vuelve sus ojos a esa ventana y parece vegetar entre imágenes y pensamientos. Ella sigue sus esquemas a pesar del desconsuelo, recuerda a su niña y sabe que esa alegría siempre será para ella, esa es una venganza amable que siempre la albergará, y a pesar de no estar donde quisiera, puede tolerar esta tarde gris. Él continúa imaginando cosas inútiles, vagas y sin sentido, luego vuelve de ese viaje y entiende que el amor es otra ilusión, sólo sabe eso y no sabe cómo, y se pregunta de dónde sacó eso, instante en que comienza la lluvia y sus ojos nuevamente se dejan llevar por las aventuras de los elementos; ella sólo atiende sus cosas, ya no voltea su mirada ni siquiera por la lluvia y su música despiadada.
Algún día esto se acabará, piensan los dos.

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