Furia Fem

Ya no controlaría la fuerza en sus puños enceguecidos por la pasión traicionada, sentía la obnubilación incandescente de la ira más profunda dispuesta a la fatalidad, desparramaría cientos de anatemas y frases ponzoñosas urdidas en el fragor de la iracundia enamorada y maltratada, juraría vengarse desde lo más profundo de su sexo, sí, es ahí donde le duele al macho, diría en su silencio enceguecido, lo haré mierda al hueón marica, lo voy ha hacer cagar, se va a arrepentir el maricón, ya va a ver, se va a arrepentir, se gritaría a viva voz, caminando de un lado a otro, dentro de una habitación diseñada para azotar la mirada brava, sola en los laberintos de su insomne alma.
Después golpearía los sentidos en una niña a la que olvidó tratar con la delicadeza adeudada, después querría incitar actos de violencia, acometer al infélice traidor ante la justicia y declararlo infame ante los comentarios mundanos, aniquilaría sus vínculos amistosos y familiares, podría actuar nuevamente aquel otrora Calibán y ganarse el aplauso de las multitudes, mientras el miserable sufriría el desprecio de todos y el aprecio de nadie.
Al menos no hay suerte para tanto odio, al menos no sin un ejército, propuso el autor, mas ella no escuchó el comentario, pues le fue imposible hacerlo desde la distancia de sus rencores, pues sólo imagina tantas cosas fuera del recuerdo que el autor pudiere dispensarle, y son sus actos ejecutados los que, en desventura de recelos viejos y resquemores satanizados por la inobservancia a la cortesía y otras virtudes, nos parece ociosa la existencia, pero el tema en cuestión no logró desconcentrarla de la necesidad de proporcionar una vendetta inmediata a tamaña falta de respeto, estar con aquella mujer en estos instantes, disfrutando del color intenso del día recorriendo sus etapas de la mañana al ocaso, hasta la llegada del tránsito obscuro que sensualiza a las almas apasionadas, pero no era ella la amada, y ese era el asunto que mantendría un constante pulsar, un constante odio capaz de repeler, tengo que cagarlo, tengo que cagar a este conchesumadre, se repetió hasta saber que, de tanta plegaria, algún día, algún día, sabría lo que era sufrir, sabría lo que era llorar noches enteras, sabría que las lágrimas son pavorosas, y mucho más en el alma de quien puede contener más de una.